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Heridas emocionales: la herencia del trauma

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Las heridas emocionales como herencias de experiencias traumáticas de la infancia y su influencia en la vida adulta es el tema que les invito a reflexionar en esta nota.

Tengamos presente que la infancia es parte de un proceso interno de desarrollo, donde la persona obtiene recursos emocionales importantes como soporte frente a los cambios, vicisitudes y experiencias adversas. Culminada la niñez y, posteriormente en la vida adulta, se logra lo que llamo como “ La conexión con nosotros”. Que es lo que nos vincula con nuestra intuición, la autenticidad, con nuestras necesidades, la firme base en la toma de desiciones y lograr estar bien con los demás.

Sin embargo, cuando sucede el trauma estos recursos emocionales no se desarrollan lo suficientemente bien como deberían. Y luego se ven afectadas la relación que uno tiene consigo mismo y con los demás.

Si miramos debajo de una personalidad traumatizada, convive una persona “sana” que NO ha logrado encontrar cómo expresarse en su vida, porque no tuvo la oportunidad de relacionarse adecuadamente con otros para expresarse de forma genuina (por los más variados motivos).

Las experiencias adversas son emocionalmente dolorosas, mayormente cuando se viven en edades más tempranas.

Cada persona particularmente vive los acontecimientos de la vida de una forma diferente. Muchos factores influyen en cómo se procesan sucesos impactantes o la suma de situaciones estresantes – principalmente la existencia de cuidadores que no ofrecen soporte a los momentos vividos.

Estas experiencias se quedan registradas NO a nivel consciente, cognitivo, pero SI especialmente en el cuerpo y de manera no consciente influyen en nuestra posturas, hábitos, patrones relacionales y forma de ver el mundo. El cuerpo empieza asumir estas experiencias como parte de un funcionamiento «normal» que va en oposición de nuestro bienestar.

Estudios demuestran que las experiencias adversas en la infancia tiene gran impacto en el funcionamiento social, emocional y en la salud física del individuo. Esto puede generar lo que podríamos llamar de reacción en cadena contra el organismo produciendo condiciones físicas que pueden verse reflejada también a través de algunas enfermedades autoinmunes. 

Una enfermedad crónica o autoinmune, es una de las maneras que tiene el cuerpo para expresar el colapso de los límites internos, a la falta de límites externos, NO proporcionados de manera adecuada por un entorno social sano y nutritivo, se genera un constante estrés tóxico.

Las evidencias muestran que enfermedades como el cáncer, psoriasis, las alergias de piel, esclerosis múltiple, el herpes, diabetes, el asma, por nombrar solo algunas, pueden estar relacionadas con las experiencias adversas de la infancia. En estos casos, provienen de una parte de nuestro organismo que comienza a desorganizarse y a funcionar en contra de nuestro bienestar. Esto sucede porque el organismo se ha desregulado a nivel del funcionamiento del sistema nervioso autónomo por la falta de atención a nuestras necesidades emocionales como tener un lugar de protección y calma.

Como gestalt terapeuta, entiendo EL CONTACTO como un principio básico en la vida humana. Sin este principio se altera el funcionamiento del sistema nervioso. Se cambia del modo de seguridad (equilibrio emocional) al de peligro (supervivencia).

Los trastornos emocionales y/o de conducta como la ansiedad generalizada, los ataques de pánico, las depresiones, el suicidio y las adicciones también son huellas que estás relacionadas con el vivir experiencias traumáticas durante la infancia.

Cómo se desarrolla las heridas emocionales

Un traumas no es el evento en sí mismo, sino lo que sucede dentro de una persona y la forma cómo se procesa esta experiencia. Lo que es traumático para una persona, no necesariamente es para otra. Sin embargo, los eventos potencialmente traumáticos que tienen lugar en la infancia suelen tener un mayor impacto que en la vida adulta. Es aquí  que se vuelven heridas emocionales. Considerando que cuanto más temprano se presente el trauma más consecuencias padecería la persona en su vida posterior.

Los niños se traumatizan porque tiene recursos muy limitados para enfrentar un estrés fuerte y, muchas veces, el único recurso que tiene su cuerpo para protegerse es una desconexión de “Si Mismos”.

Y si los niños están solo en momentos como estos, se alojan impresiones emocionales que no lograran procesarlas. Con el apoyo suficiente de una figura de apego segura esta experiencia se convertirá en una situación que pasara al fondo de su vida. Cuando un niño no puede recibir apoyo, comunicar ni dar sentido a sus experiencias más adelante es probable que tengan dificultades en lidiar con sus emociones. No pondrá atención a sus sentimientos y no entenderá como Él se siente, porque esta fue su manera de sobrevivir frente al trauma.

Una mirada a nuestras heridas emocionales

Una persona bien tratada desde su infancia con una fuente congruente de amor y consistente en el tiempo de sus figuras afectivas, desarrollará un buen ARRAIGO. Lo suficientemente fuerte como para encontrar estabilidad en los momentos más difíciles. Logra tener firmeza en sus decisiones y tiene la capacidad de autorregularse en situaciones adversas.

El síndrome del migrante es un buen ejemplo de DESARRAIGO que puede provocar la pérdida de lugar de pertenencia y se hace difícil poder moverse por el mundo de manera segura y no poder hacerle frente a las críticas.

El trauma por este tipo de síndrome del desarraigado afecta el desarrollo de nuestras relaciones interpersonales. También en cómo reflexionar sobre nuestras acciones y ser empáticos con los demás. Sucede que las funciones que están en la corteza cerebral frontal disminuye por el impacto del trauma.

Si un trauma no se trata temprana y adecuadamente este suele convertirse en algo transgeneracional porque las dinámicas inconscientes se impulsan como respuesta al trauma vivido. Un dolor silenciado por este tipo de trauma generacional es sin saberlo un vinculo con la familia de origen y que se pasa a la otra generación.

El exceso de estrés que una persona vive en una sociedad puede generar epidemias mentales. Y las enfermedades mentales son respuestas normales a circunstancias anormales.

El legado del trauma

En una vida adulta estos patrones ya no son conscientes. 

No hay dolor emocional más grande en el mundo que sentirse herido por las personas que amamos, principalmente desde una temprana edad, personas que debieron protegernos de los malos tratos. Las consecuencia son heridas emocionales y su efecto en el tiempo es la herencia traumática.

Cuando un legado traumático se mantiene vigente con el paso del tiempo, el pasado no puede convivir armónicamente con el presente y la conciencia en el AQUÍ y en el AHORA ya no existe.

La conciencia proviene de lograr concluir y cerrar experiencias pasadas, dentro de un sentido personal significativo. Procesar una experiencia traumática implica poder vivir adaptativamente el día a día.

Pero cuando el pasado vuelve una vez y otra vez,  se presentan en forma de miedos, crisis de ansiedad, culpas o resentimientos proyectados. Estas heridas emocionales persisten porque la mente y el cerebro todavía no han sanado.

Consecuencias de la herencia traumática

Consideramos que un TRAUMA no resuelto proviene de experiencias abrumadoras del pasado que no pudieron integrase de manera apropiada a la experiencia del “Si Mismo”. El organismo, en su intención de protegerse, desarrolla un sistema de defensa. La desconexión del SER y las disociaciones son un buen ejemplo de esto.

mujer con trauma

La disociación consiste en la pérdida del contacto, dejando de sentir y fluir con nuestras emociones.

Sucede que un trauma marca nuestra manera de relacionarnos con los demás y nuestros sentimientos. Lo que sucedió es que nuestro cerebro triuno activó neurológicamente un estado de alerta por la amenaza a su integridad física o emocional y con el pasar del tiempo este comportamiento se normaliza en un estado de huida y evitación constante (emocional y fisiológico).

Luego, las heridas emocionales afectan de manera diversa cada persona porque se relaciona en como su organismo ha procesado la experiencia. Se puede manifestar de diferentes maneras, pero supone un impacto global en la forma que uno tiene de relacionarse consigo mismo y con el mundo.

Sanar las heridas emocionales

El trabajo psicoterapéutico del trauma se inicia en ver qué debajo de las heridas emocionales hay una persona sana. Identificar a esta parte de la persona y recuperar sus recursos, su dignidad e integridad emocional. Reconocer y trabajar los efectos de estas experiencias en su vida presente, tanto a nivel corporal (sistema nervioso), emocional y mental.

Sanar el trauma es no deshacer la memoria de lo que pasó, sino cambiar la forma que uno se relaciona con este pasado y poder ayudarla a expandirse para que tenga espacio para nuevas experiencias.

La psicoterapia trabaja esencialmente el rescate de la sensación de seguridad, en transformar el funcionamiento no adaptativo por uno adaptativo. Por construir recursos y mejorar la forma en que se relaciona con la vida.

Una practica consciente de sus percepciones de si mismo, sus sensaciones corporales y de cómo usa su intuición, es otro de los objetivos que tiene la persona para cambiar la relación que tiene con su mundo.

Las heridas emocionales del trauma no son una sentencia. Podemos transformar, hoy, aquí y ahora, sus efectos.

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